miércoles, 2 de septiembre de 2015

4:32 am


 
No nos podíamos creer lo que nos estaba contando el comandante. Parecía sacado de una película de terror. Una explosión en el laboratorio del aeródromo militar de Lanzarote. Cientos de muertos y heridos. Gente que se había vuelto agresiva y atacaba a otros. No nos pudo (o más bien no quiso) contarnos nada más de la situación, nos había dicho que estaban retransmitiendo vía satélite parte del accidente cuando a las dos horas la comunicación falló y ya no tuvieron más noticias, intentaron llamar y comunicarse a través del satélite, pero no obtuvieron respuesta.

Empezamos a ponernos un poco nerviosos por lo extraño de la situación, excepto Sergio que tenía una expresión en su cara contraria a la del resto, su imaginación se apoderó de él y la idea del inicio de una era zombi se le vino a la cabeza. Siempre ha sido un fanático de los zombis, al igual que yo, pero hay que saber diferenciar las fantasías que pueda tener cada uno de la vida real. Y esto era demasiado irreal. O eso quería creer.
¿Podría estar ocurriendo? Recuerdo cuando éramos soldados y alucinábamos con esto del  apocalipsis zombi y demás locuras de críos, pero sabíamos perfectamente que eso era imposible ¿Entonces, qué es lo que estaba ocurriendo allí?

El comandante nos explicó que teníamos que partir cuanto antes, la armada tenía desplegado un patrullero de vigilancia costera en el que aterrizaríamos y el ejército del aire había mandado un dron para una misión de reconocimiento, haría unas fotos desde el cielo y nosotros en el buque, veríamos como estaba la situación.
—Mi comandante ¿podemos hablar? — le dije.
—Usted dirá— me respondió con tono autoritario.
—Chicos, esperad fuera, enseguida salgo— el grupo acató la orden y uno a uno salieron de la modular. Sabían cuando hablaba en serio y cuando estaba de broma. No solo éramos un equipo, éramos una familia.
—Señor, no veo la necesidad de partir hacia allí. Alguien de ese buque con categorización puede decirnos que ocurre en las inmediaciones viendo las fotos y ya según la situación, decidimos si es necesario partir.
— ¿Qué locuras estás diciendo? ¡Sois el equipo mejor preparado que tenemos, contra antes partáis, antes se podrá solucionar lo que quiera que esté pasando! Y si al final todo esto no es nada, volvéis enseguida y ya está.
—Eso está claro, pero con todos mis respetos, es a mi equipo al que quieren enviar y yo no estoy de acuerdo con eso. No sabemos que está ocurriendo en el aeródromo.
—Vamos a ver Jose, eso será que algún grupo de esos en contra de la contaminación, que habrá provocado algún altercado por la zona. Algunos de los laboratorios del lugar contienen productos químicos y la explosión ha debido de ser un poco más grave de lo esperado. Esos grupos están muy irascibles últimamente y han visto la oportunidad ahora con este accidente. Por eso lo de la gente agresiva y demás— intentó calmar los ánimos al verme tan alterado.
— ¿De verdad quiere que me crea las tonterías que me está contando?
— ¿Qué te crees, que esto es un alzamiento zombi de esos de las películas? Vamos no me jodas, pensaba que ya habías dejado esos jueguecitos de niños hacía tiempo. Te aseguro que son cuatro hippies con ganas cabrear al personal.
—Por supuesto que no pienso que sea nada parecido, solo digo que necesito más información antes de partir, para saber a lo que voy a exponer a mi equipo ¿Qué niveles de radiación pueden haber? ¿Necesitamos algún tipo de protección contra esa gente por si deciden atacarnos? Señor, no pretendo desobedecerle pero no voy a ir a ningún sitio hasta que no se me haya dado más explicaciones.
— ¿Radiación? ¿Protección? Seguramente cuando lleguéis, la policía ya tendrá la situación bajo control. Vais allí, comprobáis que todo esté en orden y… ¡Ring, ring!
El teléfono sonó y me hizo salir.

Tras veinte minutos de gritos, maldiciones e incertidumbre después y con el rostro pálido como si le hubiera llamado el mismísimo demonio, salió, me miró y me hizo pasar.
—Está bien, siéntate… — dejó en la mesa un portátil. Lo giró hacia mí. Y empezó a abrir una serie de carpetas en las que se podía leer “Acceso Restringido”.
— ¿Se puede saber qué es esto? —dije.
—Será mejor que haga pasar al grupo— fue entonces cuando toda sospecha se aclaró. Algo muy grave estaba pasando en Lanzarote.

lunes, 31 de agosto de 2015

4:27 am



                De camino hacia la modular pudimos observar el despliegue de medios de telecomunicaciones y equipos tecnológicos que estaban situados en la “base” y  la verdad que todo eso no tenía pinta de ser un simple simulacro, ni siquiera de unas maniobras, por lo que empezamos a cuestionarnos que la situación podría ser más preocupante de lo que nos creíamos hacía un rato.

Llegando donde estaba el comandante empezamos a oír su característica voz, no me hubiese gustado estar en el pellejo de quien estaba delante de él.

—Esperad aquí —les dije, no quería que le dijese nada a ninguno de mi equipo en ese estado. Entré. —A sus órdenes mi comandante, se presenta el teniente Martínez.
             —Hombre Jose—teníamos algo de confianza— pasa, pasa, ¿dónde están tus chicos?
—Están aquí fuera, ¡chicos, pasad!
—A la orden mi comandante— todos al unísono.

Fueron pasando de uno en uno, colocándose  alrededor de una especie de mesa de operaciones que podría hacer sombra a la mejor de las mesas de los juegos de rol. Una maqueta realmente enorme de algo que parecía un recinto militar aparecía sobre esta, asombraba de verla, no solo por su tamaño sino por el detalle realista de sus figuras. Había edificios, vehículos, carreteras e incluso un sistema eléctrico que simulaba el alumbrado del recinto, hasta personas situadas en sus puestos. Todo muy real. Sin embargo hubo algo en la maqueta que me llamó mucho la atención, con algún tipo de spray habían redondeado un complejo de cuatro edificios en el que se veía algo como un laboratorio. No fui el único en darme cuenta, enfrente de mí, Nico estaba también comentándoselo a Martín y enseguida Sergio que no entiende de sutilezas preguntó en voz alta, no sin antes mostrar su asombro al ver tal escenario, el porqué de esa zona pintada.
Martín puso los ojos en blanco y pudimos ver en la cara del comandante, que ese tema no era algo de su agrado. Se puso serio y empezó a explicarnos la misión que íbamos a llevar a cabo.

3:47 am



Estábamos ya muy cerca del lugar indicado cuando de repente vimos un vallado metálico que cubría el terreno y en medio, una modular del tamaño de un campo de fútbol. Nos quedamos un poco alucinados, ya que este tipo de modulares no suelen ser tan grandes, despertamos a Héctor y nos desviamos hacía la improvisada base.
Una vez allí, vimos que en la puerta estaban dos soldados armados hasta los dientes realizando una especie de control a un coche que teníamos delante.

— ¿Esos no son Martín y Nico?—preguntó Sergio.
—Sí, esperad aquí— apagué el motor y bajé del coche.
—Disculpe señor, suba a su vehículo y enseguida estaremos con usted.
—Soy el teniente Martínez, jefe del grupo de élite de operaciones especiales—pude notar nerviosismo en los soldados mientras se cuadraban.
—Se le ha llenado la boca mientras lo decía— oí decir a Martín desde dentro del coche, siempre con su cachondeo fuese la situación que fuese.
—Estos hombres vienen conmigo, busco al comandante Lázaro jefe de mi pelotón así que no nos hagan perder más tiempo y hágale saber que ya estamos aquí.
—A… A la orden mi teniente, deme un momento que llame al comandante— vi como el chaval corría como si le fuera la vida misma.
—Habéis llegado rápido— les dije.
—Es el corsa que vuela— respondió Nico— Es un poco extraño que el comandante nos haga venir a un sitio como este, he visto esas modulares en los cuerpos especiales de Estados Unidos, pero me extraña que estén aquí, nosotros no tenemos de esas y dudo mucho que ahora con esta crisis nos dediquemos a comprar este tipo de material. Esto huele un poco raro.
—Hombre Nico ¿cómo estás?— dijo Sergio, que se había bajado del coche a saber qué pasaba, Héctor seguía en el coche, ahora escuchando música, como si la situación no fuera con él.
— ¿Qué tal Sergio?— respondió.
—Qué raro todo esto, ¿verdad?— siguió Sergio.
— ¡Mi teniente!— gritó el soldado desde la caseta.
Me acerqué allí y me pasó con el comandante.
—Mi comandante, estamos todos en la puerta esperando para entrar— escuché lo que me tenía que decir.
—Muy bien, nos acercaremos enseguida— colgué el teléfono y me dirigí hacia fuera.
—Bueno chavales, dejamos aquí los vehículos y vamos hacia el centro de la modular, el comandante nos está esperando allí.
— ¡Soldado! — le dije, se acercó hacia mí y se cuadró.
— ¡A la orden! — me respondió.
—Buen trabajo—le dije — le hablaré bien de usted al comandante, Fernández— y vi cómo se le hinchaba el pecho de orgullo. Me fui con los chicos a ver al comandante.

3:22 am


 
— ¿Otra vez un simulacro?
—No lo sé Sergio, solo sé que el comandante estaba muy nervioso y quería que nos diéramos mucha prisa.
—Pero lo que no puede ser es que nos obliguen a ir sin decirnos para qué y menos que tengamos que ir a estas coordenadas en vez de ir a la base.
—Héctor, a mí no me tienes que decir nada, supongo que ahora cuando lleguemos el comandante nos contará el porqué de esta reunión, además todos sabíamos dónde nos metíamos al entrar en este cuerpo, así que toca pringar.

¿Qué son las misiones fantasma? Son misiones en las que si te pillan, no lo cuentas. Debes infiltrarte en lugares peligrosos para conseguir información reservada.

—Solo digo que me resulta un tanto extraño que vayamos a este sitio, por lo que sale en el mapa es un terreno llano sin nada alrededor.
—Bueno que más da, solo espero que no llegue al jueves de la semana que viene que tengo entradas para la champions desde hace un mes y me han costado una pasta— dijo Sergio.

                El resto del camino fue bastante más silencioso, llamé a Aguilar y a Gallego y me dijeron que estaban de camino, el comandante también les había dado esas mismas coordenadas. Héctor se había dormido como de costumbre y solo el móvil de Sergio rompía esa armonía al sonar cada dos por tres con su maldita campanita de su WhatsApp.

—De verdad tío, no sé cómo tus colegas siguen despiertos un miércoles a estas horas, ¿sigues hablándote con ese grupito del póker?—le pregunté.
—Sí bueno, ya casi no hablo con ellos, lo que pasa es que…
—A mí no me tienes que convencer de nada, te lo dije la última vez, no te metas en líos de dinero con esa gente que al final acabarás pagándolo. Ya te salvé el pelo un par de veces y no voy a volver a hacerlo.

Nicolás Aguilar, cabo primero y el más veterano de mi unidad, el hombre por el que decidí meterme en este mundo. Como Héctor, un gran tirador, quedó quinto en el campeonato, aunque prefiere estar conmigo en primera fila y Martín Gallego la bestia que finaliza el comando, le conocí hace ya varios años pesando no más de sesenta kilos, todos nos metíamos con él por lo poca cosa que parecía, se apuntó a crossfit y ahora es él el que se mete con nosotros. Aunque es el que menos tiempo lleva con nosotros y todavía es soldado, es quien parte el bacalao en el equipo, siempre lleva su MG encima y un par de glock 27 con cargadores aumentados, no sé hasta qué punto es legal que se lleve las armas a su casa pero el sabrá.

Valencia 2:58 am


 
Era un miércoles a las tres de la mañana cuando el teléfono empezó a sonar, tardé tres o cuatro tonos en reaccionar y no hubiese contestado de no haber sido el teléfono del trabajo, pero normalmente cuando sonaba a estas horas, algo grave ocurría y no tenía otra que contestar.

— Dígame… emm a la orden mi comandante buenos d…— abrí los ojos.
— ¿Cómo, que ocurre?— encendí la luz y vi la hora que era.
— Sí, deje que lo apunte— cogí un lápiz y apunté las coordenadas indicadas.
—Salgo enseguida— me levanté de la cama mientras buscaba la ropa para vestirme.
—¿Lo sabe el resto del equipo?— me puse la camiseta.
—De acuerdo yo llamo a Palacio y a Castillo llame usted a Aguilar y a Gallego— me enfundé en los pantalones de un salto.

Me llamo José Martínez, soy teniente de un pequeño grupo de élite encargado de misiones fantasma y suelo tener el uniforme de trabajo a mano, ya que este tipo de llamadas son más comunes de lo que me gustaría, muchas de ellas terminan en simples simulacros, aunque esta vez noté algo diferente en el tono del jefe, veía desesperación en su voz  y eso fue lo que me alarmó de verdad.

—Héctor, soy yo, código verde. Coge ropa para cuatro o cinco días y prepárate. En veinte minutos te recojo.

                Héctor Palacio, mi segundo al mando. Es sargento, mi mejor amigo y compañero además del mejor francotirador que pueda haber en Europa, no dicho por mí, sino porque lleva cuatro años seguidos ganando el campeonato continental de tiro a mil metros que se celebra entre todas las unidades de élite del continente europeo.

—Sergio, código verde.  Coge ropa para unos días que paso en diez minutos a por ti. Ya he avisado a Héctor… ahora hablamos mejor.

                Sergio Castillo, en cambio, no es tan bueno con las armas pero es muy buen apoyo y nuestro médico por si alguna cosa nos ocurre, gracias a él sigo con vida pues cuando estuvimos en Riad hace tres años, un asaltante Yihadista entró donde estábamos sitiados, disparando como un loco y me alcanzó en la aorta,  lo último que recuerdo era sangre brotar de mí y mucho mareo. Fue por él que sigo todavía liderando este grupo.

Descripción mundo Contacto Z

(La historia Contacto Z será un borrador por el momento)
Descripción del todo

- Título: Contacto Z
- Personajes: Jose, Nicolás, Héctor, Sergio, Martín, Theresa...
- Mundo: Valencia, Lanzarote...
- Temas: Noticia de un atendado, broncas internas en el equipo, muertes dolorosas...
- Conflicto: Virus masivo que está destruyendo la humanidad, Jose quiere salvar a su equipo